Un homenaje mar adentro realizaron compañeros y amigos de Fabián Gómez,
patrón de remolcadores que dejó una huella en los sanantoninos que tuvieron la
oportunidad de conocerlo. Todos coinciden en que su principal característica era
su constante sonrisa y la capacidad de traspasar sus conocimientos, siendo
considerado una especie de profesor innato.
Son las 15 horas en punto del 29 de julio y la lancha de práctico Dawson 1 ingresa al mar
desde la Lonja Pesquera de San Antonio. El soleado día de invierno en la ciudad genera
el ambiente perfecto para que se realice el homenaje de despedida a Fabián Gómez
Aliaga, capitán de remolcador quien dejó tras su fallecimiento un recuerdo imborrable para
quienes compartieron con él cientos de maniobras en el primer puerto de Chile.
Tras abordar, recibimos un gentil saludo desde el timón por parte de Heraclio Leiva,
patrón de la lancha pilot que nos introducirá hasta el lugar donde se rendirán los honores.
Al preguntarle por Fabián, por sobre la mascarilla se aprecia que sus ojos se ponen
vidriosos y mira por una de las ventanillas de la embarcación. “Se fue el profesor, el
amigo, el capitán y el socio acá en el mar. Era un personaje, alguien muy humano y un
excelente amigo por excelencia”, comenta.
Leiva recordó cuando se conocieron hace 12 años, cuando el capitán Fabián Gómez llegó
a desempeñar labores marítimas a San Antonio. Todo comenzó por una relación laboral,
que con el paso de tiempo se fue transformando “en algo especial, más allá del trabajo.
Nos acercábamos a los remolcadores y le pedíamos al capitán que nos convidara un
poquito de agua para la lancha, siempre estaba disponible para darnos una manito”.
Uno de los hechos que más destaca Heraclio es que el capitán Gómez fue a Inglaterra a
capacitarse para trabajar con las naves de gran eslora que están recalando en San
Antonio, tarea fundamental para el arribo de los buques que entran al puerto.
La última maniobra
Desde la pilot Dawson nos embarcamos mar adentro en el remolcador Calafquén, una de
las embarcaciones que capitaneaba Fabián Gómez. Dos integrantes de la tripulación
estaban en la proa mirando hacia el mar, y uno de ellos, con un ramo de flores en sus
manos.
A unos metros, otros dos remolcadores tomaban distancia y por el costado se aproxima el
Riñihue, otra de las embarcaciones donde Gómez desempeñó labores. Con el incesante
sonar de sus bocinas, los remolcadores comenzaron a moverse y a lanzar agua por su
parte delantera, creando con los chorros arcos que representan el inicio del túnel en el
viaje que emprenderá el capitán.
El punto cúlmine del homenaje ocurre cuando desde los remolcadores Calafquén y
Riñihue sueltan las flores, como símbolo de respeto y permanencia del espíritu del
compañero en las rutas que lo acogieron hasta días antes de su fallecimiento.
Francisco Bascuñán es capitán de relevo del remolcador Calafquén y trabajó por largo
tiempo junto a Fabián. Al finalizar el acto y muy emocionado, señala que “lo conocí el año
1996 cuando todavía no llegaban este tipo de remolcadores, eran simples de una sola
máquina y convencionales. Toda la gente del puerto lo conoció, nos juntábamos en grupo,
jugábamos a la pelota y hacíamos actividades grupales”.
Con voz entrecortada, Bascuñán agrega que “fuimos compañeros y amigos. Nadie
esperaba este desenlace y todos creíamos que esto iba a terminar bien. Su actitud
positiva era una de sus características y, de hecho, hace algunos días está circulando un
video donde él le está dando clases de estabilidad a bordo a los marinos que están
postulado a su ascenso a piloto”.
Otro de los participantes de la despedida realizada al capitán fue Juan Pinto, tripulante de
cubierta del Calafquén, quien sostiene que “nos conocimos porque antes yo trabajaba en
las lanchas de práctico, donde todos éramos como una familia y nos apoyó con varias
cosas. Siempre fue un caballero, con una sonrisa al saludar y una excelente persona.
Nunca hizo ninguna distinción con los tripulantes, con un trato excelente y éramos todos
iguales para él”.
El periodista Carlos Mondaca compartió con Fabián Gómez y la gente del Calafquén en
varias oportunidades, destacando el sentido de equipo que el fallecido tenía y la destreza
con la que maniobraba los remolcadores de Ultratug. “Él era un muy buen capitán,
querido por su tripulación y respetado por el cuerpo de prácticos, pues en los zarpes y
recaladas complicados siempre tomó decisiones prudentes. En la vida de cámara también
es una gran pérdida, ya que fue un tipo muy alegre y cuando estaba de guardia el equipo
se sentía muy cómodo”, señala Mondaca.