Cuando un niño no quiere comer o prefiere siempre almorzar o cenar las mismas preparaciones, sus padres, cuidadores y toda su familia se ve enfrentada a una situación que genera estrés, frustración y además críticas de su círculo cercano, que tildan al pequeño de mañoso y malcriado.
La alimentación es una actividad cotidiana esencial, que se espera sea agradable para todos, lo cual no significa que los más pequeños de la casa puedan hacer lo que quieran cuando están sentados en la mesa.
En relación a este tema que angustia y preocupa a muchos padres, la terapeuta ocupacional del Hospital Claudio Vicuña de San Antonio, Ana María Ruiz, aseguró que en los últimos años se han perdido ciertas costumbres, como consumir comida hecha en casa, a lo que se suma que “los niños antes de la pandemia del covid -19 almorzaban en el colegio y ahora se adiciona el largo tiempo que están expuestos a pantallas y que prefieran comer en sus dormitorios. Todo esto terminó alterando sus hábitos alimentarios y comportamiento social”.
Al respecto, la profesional que se desempeña en el Centro Comunitario de Salud Mental (Cosam) Infanto Juvenil, enfatizó que es indispensable que los pequeños siempre coman en la mesa, sentados en una silla correctamente y sin celular ni tablet cerca, ya que el cerebro va a relacionar la alimentación con la pantalla y si luego se la quitan, podrían rechazar la comida y presentar un desajuste conductual importante, lo que sería desconcertante para sus cuidadores.
En el tema de las rutinas, la terapeuta ocupacional fue enfática en señalar que los niños deben desayunar, almorzar, tomar once o cenar y también consumir colaciones entre las comidas principales, pero todo de acuerdo a la realidad de cada familia. “Con la pandemia del covid -19 y el confinamiento se han ido perdiendo aún más las costumbres alimenticias saludables”, recalcó.
Proceso
“A partir de los 6 meses los bebés empiezan a comer y a medida que van creciendo los niños discriminan según las características de los alimentos, es decir entre los 2 y 3 años pueden empezar a rechazar algunos. Son más capaces de darse cuenta de las cosas y están en una etapa conductual más reactiva”, manifestó Ana María Ruiz.
La profesional del Hospital agregó que para recibir apoyo y orientación, los padres deben acudir a un especialista para que evalúe a su hijo y “deben dejar de lado su punto de vista como adulto, ser más empáticos y reconocer que ni siquiera ellos comen de todo y después ir ampliando poco a poco el repertorio de alimentos, en lo cual influye mucho el cómo éstos se presentan, ya que la alimentación conlleva un procesamiento sensorial en cuanto a los sentidos del gusto, de la vista y el olfato, que además incluye las texturas. Tiene que ver con cómo el ser humano recibe los estímulos del ambiente, que influyen en una respuesta o conducta”.
Antes de catalogar a un niño como “mañoso para comer”, es importante descartar una alteración del procesamiento sensorial, que estaría influyendo específicamente en la alimentación, ya que podrían estar frente a un comportamiento denominado selectividad alimentaria, es decir sólo ingieren determinadas preparaciones y no les importa repetirlas, conducta que se detecta con mayor frecuencia en los pequeños que presentan un trastorno del espectro autista, que es justamente el tipo de paciente que es derivado al Cosam Infanto Juvenil, si es así es “una condición con que toda la familia tiene que aprender a vivir, pero se debe considerar que existe desigualdad en el acceso a los víveres y por eso muchas veces las mamás de hijos con selectividad se cansan y ceden”, agregó.
Finalmente, la profesional comentó que incluso hay niños que prefieren los alimentos separados en vez de mezclados, como se utilizan por ejemplo para preparar un charquicán, “en estos casos es mejor servir cada ingrediente en un plato pequeño”, puntualizó.